Ya tenemos todos el retrato de los dos líderes esenciales de este país. Empecemos por el presidente del Gobierno: en Pedro Sánchez no manda nadie más que Puigdemont. Entra en los actos antes que el Rey; tiene al partido a sus órdenes; lanza discursos pero sobre todo hace cosas, algunas peligrosas para la nación, como la amnistía, la malversación, los ERES de Andalucía y la cesión de fronteras al separatismo. Es feroz con el rival, estigmatiza a quien le lleva la contraria. El rey del no se ofende cuando le dicen no; se enroca en el bloqueo. Es una autoridad en el PSOE y pocos le rechistan. No hay quien pueda con su autoritarismo cercano a la autocracia.
Culpa a todos del bloqueo, menos a sí mismo. Convierte a sus adversarios en villanos. Pero tiene una gran determinación y es quien manda. Carece de popularidad, está soplando el cianuro que él aderezó y pretende que le salven los partidos de la oposición, entre ellos aquel al que le negó el apoyo y echó del poder en una moción de censura. Aguanta más que un buzo, ha soportado una corrupción pornográfica y sabía todo lo que ocurría. Pero ahora el guerrero está desarmado, tiene el Gobierno roto, lo derrotan en todos los parlamentos y solo se sostiene por la impericia de la oposición.
Feijóo representa un retrato divergente: habla, pero no hace; es un demócrata que arrolló en las elecciones municipales, las autonómicas y las europeas, pero malgastó su triunfo. No supo darle al Senado un nuevo protagonismo, y sobre todo mantuvo a un barón que lo traicionó pactando con Abascal. Pero Feijóo ha sido en todo momento un patriota, un constitucionalista y el dique junto al Rey para que España no se deshaga. Es un hombre inteligente, moderado para gobernar sin prisa cuando la situación apremia por la guerra en Europa, la deuda con la OTAN y la descomposición del Gobierno.
Según informa Lamet, ahora han descubierto los del PP que no hay Gobierno y han ordenado a sus 743 diputados que se vuelquen en los parlamentos. Hablan de regeneración orgánica cuando lo que tendrían que hacer si no hay Gobierno, es crearlo. Hablan de largo plazo cuando el Ejecutivo carece de mayoría y está fraccionado. No digo que para lograr un Gobierno haya que dar un golpe de Estado, sino sustituir una minoría rota por una mayoría suficiente rompiendo la terquedad de Sánchez.